La adaptación al medio, factor de identidad
En el año 1998 el estudio de Lacaton y Vassal recibe el encargo de una casa en Cabo Ferret, situada sobre una duna que desciende hacia la bahía de Arcachon, en Francia. Dada su localización en un paraje muy natural, el terreno de la parcela estaba cubierto de mimosas, madroños y pinos, por lo que, a diferencia de los chalets tradicionales construidos alrededor, deciden que el proyecto nazca con la idea de no talar ninguno de los árboles. Las modas actuales que buscan intencionadamente integrar la casa alrededor de un árbol pueden sugerir una visión posmoderna de la ecología, pero en este caso ellos lo plantean a partir de la estética visual que ofrece desde la bahía, dada la densidad de vegetación de la parcela.
El proyecto parte de la construcción de una base de doce pilotes hincados en el suelo de arena que buscan separar la vivienda del mismo y, sobre ellos, una estructura de perfiles metálicos HEB-180 que conforma la caja de la casa. El suelo está a la suficiente altura como para que una persona pueda pasar por debajo y los arbustos y animales colonizar el espacio sin problemas. Toda la superficie de suelos, paredes y techos está compuesta de paneles de chapa ondulada de aluminio colocados perpendicularmente a la fachada acristalada que da vistas a la bahía de forma que al incidir la luz las superficies se iluminen como olas de mar, en un pequeño gesto poético.
Se conservaron todos los pinos del solar y los que atraviesan la casa lo hacen a través de unos agujeros rodeados por una pieza desmontable que hace de alcorque interior, de forma que pueda irse adaptando a su crecimiento y al movimiento de los árboles por el viento, como puede observarse en la fotografía superior. Se busca a propósito colocar la casa en la zona óptima donde menos pinos la atraviesen con el objetivo de gastar la menor energía necesaria en ese esfuerzo constructivo, pero la forma de la vivienda sigue siendo rectangular. Es decir, no se buscan formas extrañas con el fin de esquivar los árboles pues se entiende que eso requiere más energía global para llevarse a cabo.
En este proyecto se ve la intencionalidad de Lacaton y Vassal por plantear cada encargo desde cero utilizando como base su estilo sencillo de construcción y como modificadores únicamente los elementos limitantes que el propio terreno ofrece. De esta forma, la preexistencia es lo que le da identidad a cada proyecto mientras que las ideas generales, materiales y conceptos de diseño permanecen casi siempre invariables.
Por ejemplificar, los principales modificadores en esta vivienda son:
- La vivienda debía estar separada al menos cuatro metros de las casas colindantes por la izquierda y derecha.
- En fachada, había que separarse al menos quince metros del límite marítimo-terrestre y sobre el suelo no se podían levantar más de seis metros.
- El tamaño de los arbustos existentes, sobre dos metros y medio, definieron cuánta distancia elevar el forjado principal.
- El fondo posterior de la casa era el único que no ofrecía un límite tan directo, así que fue definido por el coeficiente de ocupación del suelo y el presupuesto, que nunca deja de ser tomado como un modificador esencial más.
La reinterpretación de las ideas
Según la pareja de arquitectos va obteniendo experiencia y reconocimiento los encargos se vuelven cada vez más grandes y complejos. Sin embargo, no por ello dejan de lado sus principios arquitectónicos sino que son reinterpretados a una mayor escala. En el año 2005 desarrollan un proyecto de catorce viviendas en la ciudad obrera de Mulhouse. La obra pertenece a un conjunto de 61 viviendas que serían repartidas entre distintos arquitectos, y lo que mueve el interés de Lacaton y Vassal es el crear espacios más grandes que el resto de estudios utilizando el mismo presupuesto.
Las casas que diseñan tienen dos plantas: la planta baja, de tres metros de altura, está compuesta por pilares y vigas de hormigón y a esta estructura se adhiere, mediante placas de sujeción, una serie de invernaderos agrícolas superpuestos en relación unos con otros. Los invernaderos, que hacen la función de jardín de invierno, cuentan con el sistema automático de regulación bioclimática que ya describimos en la vivienda en Coutras, mientras que la planta baja está independientemente aislada y acondicionada.
Los procesos de división de estas piezas para conformar viviendas generan mucha riqueza de espacios, que pueden abrirse a patios exteriores en la planta baja y a jardines de invierno en la planta alta, creando un conjunto sorprendentemente bonito.
En una de sus entrevistas, Lacaton y Vassal hablan sobre sus métodos de trabajo y cuentan que a lo largo del proceso eliminan gran parte de lo que producen para no atascarse en dibujos descartados. De esta forma, al final sólo permanecen las ideas que realmente interesan. En la imagen superior se puede apreciar cómo las viviendas en Mulhouse referencian a esos primeros trabajos que vimos en el anterior capítulo: los invernaderos yuxtapuestos, la jerarquía de escalas entre los espacios vivideros y los espacio «extra», el análisis de la convección termodinámica, etc.
Años después, con un reconocimiento que les permite disponer de un presupuesto de más de un millón de euros, curiosamente vuelven a revisitar aquel primer estudio de la casa Latapie que precisamente tuvo que ser descartado por falta de presupuesto, cuya maqueta experimentaba las relaciones en la vivienda invernadero de dos pisos.
Mismos arquitectos, distinta escala
En los albores de la gran crisis del 2008 se les presenta un nuevo reto con el encargo para la rehabilitación del Palais de Tokyo de París; y es que, aunque Lacaton y Vassal han ido alejándose poco a poco desde la vivienda hacia escalas más grandes, las dimensiones de este edificio son realmente colosales.
El Palais de Tokyo se construyó con motivo de la Exposición Internacional de 1937, la misma donde el edificio del III Reich y el de la Unión Soviética se enfrentaron junto a la torre Eiffel. En aquel momento se concibe como «Palacio de los Museos de arte moderno» y, curiosamente, se diseña con un estilo que recuerda al propio de la arquitectura fascista del momento. Más tarde albergaría distintos programas hasta quedar abandonado durante años y en los años 90 se propuso hacer una gran rehabilitación, pero las obras se pararon en el 1997 dejando el edificio desmontado por completo.
Este resumen nos pone en contexto para entender que, cuando se les pide a Lacaton y Vassal la rehabilitación para albergar un centro de creación contemporánea, los arquitectos se encuentran un edificio antiguo con una estructura de hormigón desnuda y muros destartalados que, sin embargo, ofrecía un exterior majestuoso y unos interiores con grandes espacios espacios llenos de luz que entraba por numerosos lucernarios y huecos en las fachadas.
¿Cómo enfrentarse a un edificio tan imponente? La primera decisión para garantizar la sostenibilidad de su propuesta fue pensar en qué orden gastar el presupuesto. En la cima de esta pirámide estaría la estabilidad estructural, ya que comprometer esta cuestión para invertir en otras áreas podría generar problemas futuros con su consiguiente gasto en materiales y energía. Le seguirían la seguridad y accesibilidad, el confort térmico, la iluminación y finalmente la decoración y aspectos superficiales.
Al principio de la serie comentamos cómo fueron inspirados por los métodos improvisados y desenfadados que aprendieron durante su estancia en países africanos. En este caso, la plaza Djemmaa-el-Fnaa de Marrakech se usa como referencia en la búsqueda de un espacio libre donde la gente pueda moverse sin limitaciones.
El nuevo Palais no es un museo sino un centro de creación, por lo que se concebirá como un edificio que sirve como contenedor fijo de unos espacios que pueden estar en constante transformación. Lacaton y Vassal utilizan todas las plantas del edificio y, mediante escaleras y rampas, las va poniendo en comunicación de forma constante, concatenando espacios uno tras otro donde cada cual contendrá una exposición, un taller, una performance, un «lo que sea». Hay espacio suficiente para que cada evento se despliegue holgadamente en el espacio de forma que quien visita el edificio puede pasearse tranquilamente encontrando un estímulo artístico tras otro.
Gran parte de la intervención se basa en compartimentar lo mínimo para lograr la máxima fluidez en el interior, tocar solo lo necesario para conseguir lo máximo con la mínima energía necesaria. Se respeta lo ya existente y se trata de no ocultar lo que en un principio podría considerarse feo, trabajando para exprimir sus características y posibilidades. De esta forma, un material puntual, el pulido de una superficie, un conjunto de muebles o equipos electrónicos, una buena iluminación o un enfoque correcto del espacio son capaces de modernizar todo el conjunto.
Para entender un proyecto de rehabilitación de estas características podemos ponerlo en contexto mencionando los movimientos estéticos que se desarrollaron en los años 90. La cultura urbana del graffiti, el rap y el grunge; del centro comercial estadounidense que había reinado como lugar de ocio en los 80 y que, ya en decadencia, iba quedando abandonado, con sus estructuras descuidadas y unos amplios espacios son tomados por la juventud para experimentar y hacer actividades con total libertad.
Toda esta contracultura que es underground en una década es asimilada por el sistema hasta llegar a convertirse en cultura de mesas en la década siguiente. Así, un majestuoso edificio junto a la torre Eiffel, en pleno centro de la elegante París, toma la nueva estética industrial, se lee como un espacio moderno y se reproduce en ciudades de todo el mundo. Por todo esto parece casi como un paso natural y lógico que Lacaton y Vassal, con ese respeto hacia los elementos estructurales y constructivos y su particular «austeridad elegante», fueran quienes llevaran a cabo este proyecto en el Palais de Tokyo.
Por último, las naves del FRAC, diseñadas en el año 2015, recogen una reinterpretación a mayor escala de las ideas de sus primeras casas invernadero. El edificio a rehabilitar es un viejo depósito de barcos llamado Halle AP2 situado en los muelles de la ciudad de Dunkerke. De nuevo se trata de una rehabilitación en un edificio muy singular por sus dimensiones para convertirlo en un centro de arte pero, a diferencia del Palais de Tokyo, está más abandonado y apartado del centro, además de no poder optar por un programa tan fluido ya que se requieren salas cerradas para exposiciones y almacenes.
El objetivo principal de este proyecto consiste en conseguir un edificio icónico con un presupuesto reducido que genere un catalizador social y cultural hacia esta nueva zona. Generalmente, cuando los ayuntamientos proponen a los arquitectos buscar deliberadamente este factor «icónico», suelen derivar en obras excesivamente complejas y costosas. Lacaton y Vassal lo consiguen con un proyecto sencillo e inteligente.
Estos arquitectos consideran que la nave ya existente es un espacio demasiado impresionante por sí mismo y compartimentarlo para llenarlo de programa no resolvería el factor icónico. Por tanto, se lleva a cabo una mínima restauración y limpieza del espacio para dedicar el grueso del presupuesto a construir una segunda nave yuxtapuesta idéntica en su forma exterior a la original, donde se van a introducir las nuevas salas del museo. Como se puede ver en la sección, la nave vieja y la nueva se conectan en ciertos puntos por pasarelas que recorren la cara compartida entre ambas, de modo que los espacios de una vierten en otra presentando una sutileza conceptual asombrosa.
Una vez más, aparece la misma idea de espacio programático junto a espacio «extra» que llevan desarrollando desde la primera casa que diseñaron para una pequeña familia. Y aún así, se adaptan a la situación concreta con inteligencia no forzando a que el espacio invernadero sea el «extra», sino invirtiendo los roles tradicionales que ellos crearon.
La nueva nave gemela se construye a partir de una serie de cajas de hormigón insertas dentro de un espacio invernadero estructurado con perfiles metálicos IPE y paneles de policarbonato. De esta forma, se crea un microclima que convierte los espacios intermedios entre la envolvente y las cajas en distribuidores y espacios públicos para los visitantes, repartidos a diferentes alturas. Esta composición genera desde el exterior un juego de luces, transparencias y opacidades tan sugerente que dota al conjunto de esa iconicidad estética buscada. ¿No habíamos hablado anteriormente de este tipo de juegos? Efectivamente: en las viviendas del primer artículo de esta serie constantemente eran utilizados para crear ambientes a pequeña escala.
La nave construida es moderna y ligera; por ejemplo, busca destacar su carácter liviano prescindiendo de las cerchas que sostienen la nave original para así crear una silueta perfecta. Quiere ser diferente y, sin embargo, vistas desde el exterior ambas se integran de forma muy natural, no compitiendo la una con la otra para garantizar que ambas sean interesantes de visitar. La intervención que llevan a cabo les ofrece una flexibilidad que no estaba prevista, pudiendo usar el FRAC para exposiciones generales y la Halle AP2 para grandes espectáculos o eventos artísticos de escala regional y nacional.
Mucho espacio con poco dinero, todo a través del diseño arquitectónico.